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Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas

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Violencia de Género: «no están todas, las asesinadas no pudieron hablar»

11/09/2020 | Opinión

Artículo de Altamira Gonzalo / Fuente: La Hora Digital

Porque esta Macroencuesta es muy importante ya que, como las anteriores que se vienen haciendo desde el año 1999 cuada cuatro años, nos permite tener la fotografía de una realidad escondida, opaca, que es la de la violencia que sufrimos las mujeres en esta sociedad por el solo hecho de haber nacido mujeres.

Conocer la realidad es la condición sine qua non para poderla cambiar, lo que ocurre es que es muy dura, porque es muy difícil la vida de las mujeres en pleno SXXI y en plena democracia igualitaria pero patriarcal. Esto es una contradicción, ¿no? Pues sí, vivimos esa contradicción, que hace que esta democracia tenga un déficit importante, que es el de la desigualdad entre mujeres y hombres y mientras ese déficit no desaparezca, no tendremos democracia plena.

Los resultados de la macroencuesta ponen sobre la mesa una realidad vergonzante para los hombres: más de la mitad de las mujeres mayores de 16 años, casi 12 millones de mujeres, hemos sufrido violencia física, psicológica, verbal, sexual…en nuestra vida. Los agresores han sido hombres en un 99%. La violencia en las relaciones hombre-mujer la sufrimos la mitad de las mujeres y prácticamente siempre, un 99%, los violentos son los hombres.

El hecho anterior demuestra que, así como las mujeres hemos dado pasos de gigantas para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, los hombres se han quedado en el pleistoceno. No cabe concluir para salir de esta situación más que la urgente necesidad de que los hombres cambien sus patrones de conducta patriarcal. Para nuestros pequeños y adolescentes, necesitamos coeducación. Y para los hombres ya formados, pueden deconstruirse voluntariamente como algunos ya han comenzado a hacer y desprenderse de todas las capas de machismo que llenan sus cabezas y sus corazones y para los que voluntariamente no acepten mantener comportamientos democráticos, está el Código Penal.

Hay muchos datos que me llaman la atención de los resultados de la macroencuesta y la extensión de este artículo no permite comentarlos todos, pero me detendré en los que me parecen más relevantes.

En el caso de las agresiones sexuales fuera de las relaciones de pareja, los agresores no son hombres desconocidos, sino que son en el 21,6% un familiar y en el 49% un amigo o conocido. Si a estos datos le añadimos que en el 44,2% de los casos la agresión fue en el hogar, es muy duro poner blanco sobre negro y constatar que el hogar, nuestra casa, no es un entorno seguro para las mujeres y que nuestros conocidos y familiares no son todos de fiar, ni mucho menos. Estos datos explican otro dato escalofriante: solo el 8% de la violencia sexual fuera de la pareja se denuncia. Y el 84% de las víctimas no han pedido ayuda.

Nuestros servicios sociales de proximidad no cumplen adecuadamente con su trabajo; los numerosos recursos existentes para asesorar, para apoyar, para posibilitar a las mujeres que se encuentran en esa situación, salir de ella con el menor daño posible, no se utilizan adecuadamente. Las administraciones publicas de todos los niveles no han conseguido sensibilizar a la población contra la violencia machista y no han llegado a informar como debían a quienes se encuentran en esa situación. Capítulo aparte merece el Poder Judicial. Supongo que hoy se estará reuniendo su cúpula para analizar por qué razón solo el 8% de las mujeres que sufren violencia de quien no es su pareja acude a denunciar y el 92% restante no lo hace. Yo lo diré: no confían, saben que son revictimizadas, no son creídas, desconfían de sus relatos y no encuentran la paz que buscan. Y esto ocurre porque el personal que sirve en la Justicia, incluidos por supuesto abogados/as, no tiene formación en igualdad; no sabe cómo afecta la violencia de género a las mujeres; pueden ser demócratas, pero son misóginos y les lleva a actuar y resolver bajo prejuicios machistas, que nuevamente vuelven a herir a las mujeres que acudieron ahí buscando paz.

Creo que una reflexión muy importante debe hacerla al Poder Judicial porque, siendo competente para resolver sobre estas conductas de las que son víctimas las mujeres, ellas no acuden en su inmensa mayoría a él, lo que debemos interpretar como falta de confianza.

En cuanto a la violencia en la pareja, me interesa destacar lo siguiente. Solo el 21.7% de las mujeres que la sufren o han sufrido ha denunciado. Y, cuando les preguntan cómo han resuelto el problema sin denunciar, el 49% contestan que ellas solas. Esto demuestra que la familia no funciona como un grupo de ayuda y de solidaridad entre sus miembros, al menos con las mujeres en esta situación. Y las amistades y la vecindad, tampoco. Muchas mujeres maltratadas están muy solas, vulnerabilidad que conoce y aprovecha el maltratador para seguir haciéndolo. Muchas rupturas y muchos divorcios formalmente amistosos, ocultan vivencias sórdidas, que las mujeres no cuentan. Y esta salida es la opción de las que tienen fuerza para romper, que muchas no pueden hacerlo, pues la violencia mina la seguridad y autoestima de las mujeres, haciéndolas más dependientes de sus maltratadores.

Las mujeres que pidieron opinión a otras mujeres, les aconsejaron dejar la relación violenta: el 26,3% las madres; el 35,7% las hermanas y el 27,9% las amigas. Todas ellas mujeres y todas les ofrecieron apoyo emocional o material.

Otra realidad que la encuesta pone sobre la mesa es la de los niños y niñas que viven en entorno violento. El 89,6% de las mujeres que han sufrido violencia por parte de su pareja, tenían hijos e hijas menores de edad. Y atención: en el 51,7% de los casos, los menores sufrieron ellos mismos la violencia del padre.

No es que los menores interioricen la violencia como forma de relacionarse su padre con su madre, es que el esposo o pareja violenta, no es un buen padre y además es un padre que, en la mayoría de los casos como evidencia la encuesta, ejerce violencia directa sobre los propios hijos.

Esta realidad que las cifras ponen de manifiesto debe hacer cambiar el criterio de muchos jueces, que consideran que un mal esposo es un buen padre. Esta encuesta, que es la estadística oficial sobre la violencia que sufren las mujeres en nuestro país, demuestra que muchos hijos de familias rotas, con denuncia penal o sin ella en la inmensa mayoría de los casos, han sufrido directa y personalmente la violencia de su padre que también la ha cometido sobre la madre. Estos niños se niegan con frecuencia a ir con sus padres en custodia compartida o en régimen de visitas, porque con la ruptura de sus progenitores llega su estabilidad y descanso y precisamente en ese momento son obligados a ir con el padre violento y solos, sin el apoyo de la madre. Con frecuencia, estas madres, que saben bien por qué sus hijos no quieren ir con los padres, son acusadas en los Juzgados de manipuladoras y de ejercer control sobre los hijos para indisponerlos contra los padres. Y los menores son obligados a cumplir las visitas. Para conseguirlo, se está tratando de imponer por determinados sectores misóginos dentro de la Administración de Justicia la figura del coordinador de parentalidad. Espero que los resultados de la macro encuesta hagan reconsiderar esta propuesta, pues si algo queda claro es: 1) que la mayoría de las mujeres que la sufren, no denuncian penalmente la violencia de género y buscan su salida mediante la ruptura de la pareja; 2) que en la mayoría de las familias en las que existe violencia machista, hay menores y 3) que en la mitad de los casos éstos son también victimas personales y directas de la violencia y la ruptura de los progenitores no puede ser, para ellos, convivir con el progenitor violento. Si la madre no denunció y los menores se oponen a relacionarse con el padre, hay que averiguar la causa y resolver atendiendo única y exclusivamente al interés superior de los hijos e hijas menores de edad.

La macro encuesta nos ayuda a conocer un poco más las interioridades de una realidad que sufren más de la mitad de las mujeres, de la que hemos empezado a hablar y conocer hace ya unos años, pero se está mostrando difícil de transformar.

La violencia en la pareja la consagraba el Código Civil al obligar a la mujer casada a obedecer a su marido hasta hace pocos años. Correlativamente, si el marido era desobedecido, podía corregir a su esposa. El problema eran los límites, que no hubiera sangre. De ahí para abajo, carta blanca, porque dentro de las cuatro paredes de la casa, él era el rey.

Esa situación felizmente cambió. Las mujeres nos ocupamos de que así fuera y formalmente somos iguales en el matrimonio desde el año 1981. Sin embargo, las mentalidades no cambiaron. Los hombres, muchos hombres, siguen instalados en el poder y la dominación, no han avanzado y ellos son los que tienen el principal reto de adaptarse a una sociedad democrática, es decir, igualitaria entre mujeres y hombres. Además, el resultado de la encuesta nos pone tareas a prácticamente toda la sociedad, porque evidencia las dificultades y los fallos de la lucha contra la violencia machista.

Finalmente, quisiera señalar que en esta encuesta nos faltan las mujeres asesinadas, las que ya no pueden hablar. Más de 200 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en los años transcurridos desde la última macroencuesta.

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Volver a las andadas dictatoriales

27/05/2020 | Artículos de Ana María Pérez del Campo

FDO: Ana María Pérez del Campo

FUENTE: EL PLURAL

Cuando se revuelven las huestes de la extrema derecha, las primeras en perder todo lo alcanzado somos las mujeres.

Ahora, cuando fuera de toda explicación racional -como siempre- se revuelven las huestes de la extrema derecha, con el fin de abrir el camino a sus propósitos dictatoriales, sin importarles, un bledo, que esté en juego la vida de toda la ciudadanía. Ahora, es cuando las primeras en perder todo lo alcanzado somos las mujeres.

Obtener titulaciones académicas, conseguir cargos políticos por relevantes que sean, no confieren el poder imprescindible para decidir en consecuencia, si queremos conservar lo que con nuestro esfuerzo y capacidad hemos llegado a lograr siguiendo el postulado Feminista que proclama la igualdad de derechos y deberes, sin menoscabo entre uno y otro sexo. O lo que es lo mismo, la fundamentación de la igualdad en el reparto equitativo del poder entre ambos sexos.

Las subsistentes desigualdades sexistas persisten en todos los ámbitos de la vida de las mujeres; no es mi propósito abarcarlos todos en la brevedad de esta exposición. Por ello, me ceñiré exclusivamente al Eje que propicia todas las demás, la violencia de género subsistente.

Se trata de un delito que, en 1980, la Declaración de Naciones Unidas, calificó como “El Crimen más numeroso del mundo”, y que en el año 2005 me llevó a asegurar en la publicación (Cuaderno de derecho judicial, “influencia de la violencia de género en los procesos de separación y divorcio),  “ como el instrumento más directo y efectivo para conseguir la consolidación eterna de la ideología patriarcal que consagra la discriminación flagrante de la mujer imponiendo su sometimiento y obediencia bajo control del varón.

Si se ignora un hecho tan indiscutible por la clase política actual y las instituciones del Estado, si lo olvidan o lo pasan por alto, a pesar del precepto constitucional que hace derivar la justicia del pueblo, es decir, del conjunto de la sociedad; será imposible cumplir en nombre de la justicia la función punitiva y el reproche social pertinente a los delitos de violencia de género, en que, no se olvide el agresor es el hombre y la victima la mujer, no a la inversa. Es decir, como aseguré entonces, hace 15 años, la profecía se ha cumplido, afirmaba entonces “en tanto no se asuma la disyuntiva, la impunidad de la violencia de género seguirá su curso, en forma más o menos solapada; y no habrá elaboración de ley, por aquilatada y afinada que sea, que logre poner coto o detener ese pertinaz fenómeno que constituye ya en nuestro país y en el resto del planeta una autentica pandemia de violencia de género”.

Y así seguimos 15 años después, enfrentándonos a que nos vuelvan a encerrar en las profundidades del androcentrismo patriarcal. 

El origen de la desigualdad entre los sexos recibe un acaparamiento masculino del poder, que impone de suyo una injusticia, tan complicada como es la violencia masculina contra las mujeres y los hijos e hijas comunes.

Hace 15 años dije, y ahora repito, que en modo alguno se puede obviar la enorme responsabilidad que representa abordar y conocer sin dubitaciones las características de la violencia de género y todo el proceso de la misma, que nos desvela su complejidad tanto por el carácter inesperado como aleatorio que representa asentado sobre multitud de falsas creencias educativas, y de los múltiples y diversos perjuicios que lo alimentan. 

Todo ello hace indispensable, tanto para quienes trabajan por erradicar los daños, la complejidad de los mismos, la transmisión generacional y la salvaguarda de la vida de las víctimas, mujeres e infancia, como para quienes ostentando el cargo político correspondiente, que les permite formular la acción política, imprescindible, hasta lograr su extinción, cuenten con una dilatada experiencia, para evitar un error imperdonable que cause daños irreparables a las víctimas, -mujeres e infancia-, a las que teóricamente se pretende ayudar.

Los hijos e hijas de la violencia, aquellos que conviven con un padre que la ejerce contra la madre están interiorizando a través de su propio sufrimiento una conducta que depende enteramente de la socialización en la que están inmersos, y de los condicionamientos sufridos durante su infancia.

En este sentido no cabe duda, como afirma, Ashley Montagu, antropólogo y humanista, “que la única forma de aprender a amar, es siendo amado, y la única forma de aprender a odiar, es siendo odiado”. 

Por todo ello la violencia aprendida y la sumisión asumida por los hijos e hijas que se desarrolla en un núcleo familiar presidido por la Violencia Sexista, no solo condiciona sus vidas a través de la imposición sufrida sino que a su vez consuman la transmisión generacional de una violencia irracional que impide cualquier atisbo de igualdad entre los seres humanos.

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Gracias Lidia

26/02/2020 | Artículos de Ana María Pérez del Campo

Acabo de leer, con un imperdonable retraso, el artículo  “La inaceptable Ley Trans”, que de forma insuperable ha escrito y publicado Lidia Falcón. Una vez más coincido en todo, no solo en parte, con las creencias feministas que se barajan en el mismo, por lo tanto, te felicito con calor por tus ideas y por la lucha en la que tantas veces hemos coincidido desde nuestra común ideología feminista.

El feminismo tiene eso, hermana a las unas y a las otras en lo esencial y refuerza nuestro interminable trabajo por alcanzar la igualdad.

Igualdad de derechos, igualdad basada en las capacidades de cada cual y, tú las tienes casi todas, por no decir todas, porque llegar al máximo es difícil y porque el feminismo respeta la disparidad de pensamiento, siempre que no ataque o esconda entre falacias la intención de mantenernos fuera del poder, que es lo que impone el patriarcado, definiendo mal la cultura de los pueblos.

En realidad, es lo que pretende hacer ahora con la teoría del queer, y otras cuestiones, para olvidar o borrar la diversidad sexual y nos lleva directamente a vivir en la inseguridad de cuál es el sexo de las unas y los otros o sencillamente si no existe ninguno.

En el fondo y en la forma, de lo que se trata es de devolvernos a la inexistencia, servimos solo para aquello  que quiera el todavía subsistente poder masculino. Entre tanto, las mujeres son asesinadas, impunemente, todos los días, y en multitud de ocasiones también los hijos e hijas comunes,  por aquel que mantiene el poder de hacerlo por que se cree dueño de nuestras  vidas  y las usa como mejor le place.

Ellos son quienes imponen la prostitución, son también los que utilizan a la mujer en la pornografía, regodeándose como si no tuviera más remedio que enseñar de esa forma a los jóvenes  a ser hombres, o cosificando a las mujeres para utilizar sus vientres al antojo de lo que en cada momento convenga.

En fin, mi empeño era hacerte llegar mi apoyo y la condena hacia quienes pretenden desvirtuar todo el trabajo que has hecho, dando un cumplimiento impecable a la ideología feminista, a través de tu capacidad para explicar que sin ella nunca podrá haber igualdad, porque la lucha exige la unión de las mujeres en compañía de aquellos hombres que excepcionalmente no comparten los mandatos del patriarcado.

Gracias por tu trabajo, gracias por tus esfuerzos, gracias por no amedrentarte ante los injustos castigos que siempre has recibido con valentía al defender el camino hacia la igualdad entre los seres humanos.

Fdo.: Ana Mª Pérez del Campo Noriega

Madrid, 26 febrero 2020

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El poder y la violencia sexista

05/04/2016 | Artículos de Ana María Pérez del Campo

La violencia sexista coperez-delcampo-tribunafeministantra la mujer es por su eficacia un instrumento insustituible del sistema patriarcal que secularmente ha venido concentrando el poder dominante bajo la exclusividad masculina.

A la llegada de la civilización, se organizó la distribución de funciones, y paulatinamente se fue consolidando la asignación del poder masculino apoyado en principios biológicos, en la transmisión de ideas plagadas de confusión y de errores, a través de las cuales proliferan los prejuicios, hasta el extremo de que la desigualdad, se convierte en un destino inexcusable para la vida de la mujer, siempre al servicio y cuidado de los designios marcados por el poder del varon.

A partir de entonces, los cambios efectuados hacia una igualdad entre ambos sexos, son la histórica consecuencia de la fluctuante lucha feminista. (más…)

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Capitana Zaida. Gracias

26/03/2015 | Artículos de Ana María Pérez del Campo Artículos de tod@s

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Cuando, la violencia de género queda al descubierto, se produzca donde se produzca, sea en el mundo opaco del hogar, en la empresa en la que se desempeña el trabajo, o en el ejército al que se pertenece por la condición de militar. La reacción inmediata es negar la evidencia con la misma virulencia que se ejerce sobre la mujer. Las incomprensibles concurrencias que oculta el delito hacen que la decisión de la agredida se suele tomar tarde, después de soportar lo indecible y de armarse de un valor que no deja de ser oscilante, para finalmente denunciar la violencia padecida por la simple condición de ser mujer, denuncian reitero, cualquiera de sus múltiples modalidades, violencia física, psicológica, económica, acoso laboral, sexual o judicial (querulancia). Como es fácil comprender , aunque parezca lo contrario, no es necesario que la víctima soporte todas y cada una de las formas de violencia que acabo de enunciar, sin embargo suele ser habitual, si no se denuncia al inicio del maltrato, que este vaya en aumento y diversidad, a voluntad del maltratador coincidiendo con la capacidad de aguante de la víctima, porque la voluntad de esta queda subyugada, su identidad absorbida, reducida a una situación de control que produce incertidumbre y un temor constante, imposible de eludir.

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La gran recesión

20/02/2015 | Artículos de Ana María Pérez del Campo Artículos de tod@s

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(Artículo de Ana María Pérez del Campo. Febrero 2015)

Nuestra vida nos pertenece, mientras dure, nos compete optar por someternos al dictado del poder dominante de quienes nos gobiernan o luchar por todo aquello que consideramos, trascendente, importante e inexcusable, en una sociedad cuyo régimen político pretende asentarse en una Democracia.

El conformismo, tiene visos de complicidad. Ante una circunstancia tan dramática como la que nos ha conducido a la Gran Recesión, más conocida como Crisis Económica, que al menos desde el año 2008 afecta con carácter mundial a los denominados países desarrollados. La ética más elemental no nos permite guarecernos en el silencio sin siquiera preguntarnos ¿a quién representan, quienes nos representan?

Los orígenes de la omnipresente hecatombe económica de consecuencias tan graves como impredecibles para el devenir de los pueblos que la soportan, con esencial incidencia en la ciudadanía más vulnerable que los constituyen. (más…)

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