“No se puede ser feminista y de derechas al mismo tiempo”
Con las dentelladas del caso La Manada aún frescas, Ana María Pérez del Campo (Madrid, 1935) hace una devastadora crítica del sistema patriarcal imperante, y anima a ponerse en el lugar de las víctimas para entender el alcance de la indefensión que sufren las mujeres. Y lo hace sin sentimentalismo alguno, acaso porque antepone el ejemplo personal. En el prólogo del libro La mujer que dijo basta, escrito por la periodista Charo Nogueira, explica por qué se decidió a contar su vida: “Ya estoy mayor. Moriré pronto. Quiero que cuentes estas cosas porque la gente se está olvidando”. Esa amnesia a la que hace referencia es la conciencia preliminar del feminismo en la época terrible del franquismo. Pero ni la dictadura le impidió contemplar el mundo con su mirada lúcida, que le sirvió para desarmar las falacias del patriarcado y los juegos del poder.
Nacida en el seno de una familia “de derechas y acomodada”, estudió en los mejores colegios privados donde dio tempranas evidencias de una clarividencia extraordinaria. Con Franco aún vivito y coleando exhibió agallas para hacer trizas el simulacro de matrimonio que tenía firmado. Recién muerto el tirano pidió autorización a los monaguillos del régimen para fundar una asociación de mujeres separadas que casi incendia la Conferencia Episcopal. Fue detenida por encadenarse ante los ojos de los obispos y enviada con tres compañeras a las oscuras mazmorras de la Puerta del Sol donde la Dirección General de Seguridad torturaba a los detenidos. “Escuchábamos los gritos procedentes las celdas contiguas en completa negrura pero, por fortuna, a nosotras no nos tocaron. Así que combatimos el miedo contando chistes”, recuerda. En 1991 fundó el primer centro integral de atención a las víctimas de violencia de género, al que ha dedicado muchas tardes de su vida mientras experimentaba en carne propia la desgarradora respuesta de una sociedad donde el patriarcado se niega a que le amputen las raíces.
¿Qué sintió al conocer la sentencia sobre el caso de La Manada?
No me quedé estupefacta, porque la experiencia de tantos años sobre la discriminación, la desigualdad y el ejercicio del poder masculino me indicaban que podía ocurrir. Pero el malestar, la repugnancia y el hastío, además de la indignación, estuvo presente en mi pensamiento, no solo por el resultado judicial sino de manera muy evidente respecto del voto particular que se había convertido en otra violación de palabra para con la víctima. Sentí asco, pero inmediatamente comprendí que había que seguir luchando con más fuerza. Diciendo con claridad que ser hombre no es violar, que la conducta de esta gente les convierte en animales irracionales y que la víctima hizo lo único que podía hacer, cerrar los ojos, quedarse quieta y controlar el pánico ante un hecho que podía llevarla a la muerte. Algo que, desde luego, hubiera podido suceder si las bestias que la violaron se hubieran percatado de que estaba dispuesta a rebelarse y a denunciarlo. Esta lucha contra el terrorismo de género nos compete a mujeres y a hombres, a muchos de los cuáles les retumba tanto como a nosotras. Por ello tengo que animarles a que expresen su indignación y combatan junto a la mujer en esta lucha, porque el silencio, se quiera o no, es cómplice del poder maligno de quien viola.
El voto particular del juez Ricardo González ha provocado fuertes críticas pero también la comprensión del presidente del CGPJ, Carlos Lesmes. ¿Tiene esperanza de que se imparta una justicia más ajustada en instancias judiciales superiores?
Es absolutamente indispensable recurrir esa sentencia por lo que representa: es una nueva vejación para la víctima de una injusticia intolerable. Yo creo que es necesario para poner a los jueces frente a la realidad de lo ocurrido y creo que nuestro apoyo a la víctima, de que no está sola en esto, es también un aviso para que lo que llamamos justicia sea verdaderamente eso, justicia. Pero además hay que vivir la realidad y si la sentencia tampoco se modifica habrá que llegar hasta el final. Afortunadamente, no se puede afirmar que toda la judicatura sea igual. Hay jueces que juzgan y lo hacen bien, libres de prejuicios.
Esta sentencia, ¿es una muestra de que la cultura de la violación y de la prostitución, de la cosificación de la mujer, está instalada en el sistema judicial español?
Sin duda alguna la cosificación y el menosprecio, la desigualdad y la discriminación forman parte de la sociedad en general y por supuesto también de la justicia en particular. Impartir justicia es aplicar la norma pero es también interpretarla y ahí es donde se demuestra con toda evidencia que este caso muestra la ideología de cada cual, lo cual se aleja mucho de lo que debe ser la justicia. Por eso, yo diría que la ley debe aplicarse en imperativo, es decir, que impida que unos hechos puedan juzgarse o analizarse en función de la ideología particular de un magistrado.
Dice que ser de derechas y feminista es imposible. ¿Por qué?
Porque son dos conceptos contradictorios. Lo afirmo por experiencia. Yo me eduqué en una familia conservadora que apoyó al bando golpista en la Guerra Civil. La derecha jamás ha querido ni oír hablar del feminismo y ahora, al ver la gran capacidad del movimiento, dicen que ellos también lo son. No, hombre, no. Feminista se demuestra con los hechos y las conductas. Y la ideología de derecha siempre ha demostrado estar confrontada con nuestras aspiraciones fundamentales. Nosotras queremos el poder para compartirlo con los hombres y eso sólo es posible hacerlo cambiando el sistema patriarcal en el que vivimos.
Albert Rivera considera que “defender la igualdad de las mujeres no obliga a ser de una ideología u otra” y justificó que su partido no apoyara la huelga del 8 de marzo porque era un paro contra el capitalismo.
La igualdad de oportunidades sólo se puede conseguir si se equiparan las situaciones y los derechos se conquistan luchando. Así ha sido siempre. Las mujeres nunca estuvimos de acuerdo con la desigualdad que provoca este sistema. Está sucediendo lo mismo con los pensionistas. Nos hemos echado a la calle para evitar que laminen nuestros derechos conquistados y para profundizar en la equidad. Pero sólo lo lograremos si perduramos en nuestra protesta. El sometido no critica. En la antigüedad, los esclavos no podían luchar por su libertad porque vivían pisoteados. En la revolución francesa, las mujeres luchadoras, como Olympe De Gouges, eran burguesas y eso las llevó al cadalso. En el código napoleónico, el que luego aplicó Franco en España, éramos la sombra del poder. Luego, dimos un nuevo empujón con las sufragistas británicas, que también perdieron la vida. ¡Nos llamaban Las histéricas! Es curioso. Mire, los dos insultos habituales que nos dedican a las mujeres que piensan este sistema patriarcal son “puta” y “mala madre” pero ni siquiera eso nos provoca ira porque no odiamos a los hombres. Nunca les hemos odiado. Les queremos de aliados.
Pero sigue habiendo quien confronta el concepto feminismo al machismo, como si se trataran de dos caras de la misma moneda
Ja. Disculpe pero eso me hace reír. ¡Es tan estúpido pensar así! Es el fruto de la incultura y del miedo atávico del hombre a perder su posición de privilegio. Las feministas ni siquiera pretendemos rivalizar con ellos. Lo que exigimos es la participación conjunta. Reclamamos el derecho a la igualdad de género pero también defendemos a los migrantes, el medio ambiente, a los pensionistas y el valor de recuperar la memoria histórica de este país. El problema que encontramos es que ellos no quieren ceder su poder y por eso empiezan a mirarnos con cierto temor.
Pero cada vez más mujeres acceden a puestos directivos. Mire el Gobierno, por ejemplo. Cinco de sus 13 ministros son mujeres. ¿No es un avance?
Sí, estamos en todas partes. Es verdad. Pero obedeciendo. Por eso creo que el poder a quien teme más en realidad es a los hombres que se van sumando a la causa, no a las mujeres. Nadie teme a quien está sometido y sojuzgado. Insisto que lo que nos falta a las feministas es la continuidad, no cejar en la lucha. Lo del 8 de marzo fue maravilloso pero tenemos que seguir. No puede ser que las diputadas de la derecha se escaqueen para no responder a unas palabras de Rajoy pidiendo no entrar en el conflicto que planteamos.
¿Cree que introducir los valores de la igualdad de género en la educación obligatoria sería un paso importante?
Sin duda sería más importante que enseñar los valores de las fuerzas armadas, como dijo la ministra Cospedal. En las escuelas no se puede meter nada cuyo fin último pudiera ser la violencia. El feminismo es igualdad y por lo tanto nunca será un movimiento violento porque donde hay violencia no hay igualdad. En el Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratadas impartía una charla semanal cuyo objetivo era generar contradicciones entre las participantes. Es lo que llamo “aprender a pensar”. Allí cuestionábamos o ampliábamos lo que nos han enseñado pero dejando a un lado nuestras fantasías y la sumisión que nos inculcaron. Y la conclusión que saqué es que la desigualdad es discriminación. Por eso soy enemiga de la caridad. Personalmente me ha venido muy bien proceder de una familia de derechas que valoraba a las personas en función de sus posesiones. Hay que luchar constantemente para garantizar los derechos de todos los ciudadanos.
¿Cree que se está produciendo una involución en los derechos civiles?
Claro que sí. Cuando retrocede la libertad, la primera afectada es la mujer. También la libertad de expresión está siendo vulnerada y se llama terrorismo a lo que no lo es. Están intentado que las calles continúen con los nombres de personas que causaron un daño terrible a este país. Soportamos 40 años de dictadura. A las mujeres nos recluyeron al calor de la casa, que era lo mismo que desaparecer de la sociedad. Esos hechos hay que tenerlos presentes a la hora de analizar lo que sucede hoy. Yo me quedé espantada hace unas semanas cuando vi a tres ministros y una ministra corear la canción de los legionarios.
¿Olvidó la transición borrar algunos episodios del franquismo?
No fue la respuesta adecuada a 40 años de dictadura. Es de ilusos pensar que se puede dejar atrás un viejo régimen totalitario tan largo sin tocar la esencia que lo conformó. Por eso digo que no hubo milagro español. El ejemplo más claro es que medio siglo después de la llegada de la democracia seguimos sin poder calificar al levantamiento militar de 1936 como un golpe de Estado. Y, desde luego, me resulta vergonzoso observar cómo el gobierno rechaza la memoria histórica de este país. Un país sin memoria termina repitiendo lo que nunca debió ocurrir. Lo estamos viendo ahora. Es aberrante que varios ministros y ministras se pongan a cantar en público el himno de la Legión. Siguen siendo novios y novias de la muerte. Pues mire, nosotras no. Las feministas estamos enamoradas del pensamiento y de la capacidad para convencer. Somos amantes de la racionalidad y no de la imposición, como hacen ellos.
Afirma que las luchas sociales no deben encararse con la intención del triunfo inmediato sino con perspectiva de futuro. ¿No es un mensaje algo frustrante?
Es muy difícil cambiar todo un sistema como es el nuestro, con una trayectoria de siglos. Por eso digo a las mujeres y a los hombres que trabajan por esta causa que es posible que no puedan disfrutarla. Luchamos para lograr un futuro mejor. Las que vivimos ahora estamos de paso antes de irnos a otro planeta o al vacío de lo infinito. Pero en nuestras manos está dejar un camino abierto. Eso es vivir. Vivir es dejar una huella que beneficie a los que vienen detrás.
Por ejemplo, eliminar la precariedad laboral que golpea más a la mujeres que a los hombres
Por supuesto. La situación laboral de las mujeres es terrible. Me indignan los chistecitos que suelen hacer los políticos de derecha sobre este asunto. Les diría que sólo los resentidos intentan burlarse de la razón para enmascarar su ignorancia. Analice el estado del servicio doméstico en España. Si están aseguradas el 10% es mucho decir. Que una persona trabaje en mi casa no la hace mi sirvienta. Para nada. Para mi es una gran ayuda porque soy mayor y por eso la aseguro en la Seguridad Social. De todas formas me sorprende que la derecha utilice el insulto cuando habla de estas cosas porque no deja de ser el recurso de quien no sabe o no puede defender sus argumentos para convencer. Personalmente, no me ofenden porque me parecen sandeces.
Un asunto más dramático aún es que la cifra de feminicidios no deja de crecer. ¿Cómo combatirlo?
Para mi es terrorismo de género. La lógica que sigue el asesino es sencilla: como no puedo con ella la mato. Y la mata si no obedece, o si no consiente, o si rechista. Y lo que hace es exterminarla. Eso es terrorismo. Lo dije en una entrevista que me hicieron hace ya algunos años: Los maridos, o las parejas matan más que ETA. Pero como en los años 90 no teníamos forma de contar a las muertas, algunos me criticaron. Entonces, nos pusimos a la tarea porque no había otro remedio. Y cuando concluimos, hicimos lo mismo con los niños muertos, y luego con las acompañantes muertas de las asesinadas. Y al final, entre todas las víctimas, había un solo hombre. Un joven que acompañaba a una mujer y que murió por defenderla. Los asesinos de mujeres no consienten testigos.
¿Por qué a las niñas se las educa para no ser violadas pero a los niños no se les educa para no ser violadores?
Ni tampoco para no ser maltratadores. Educa la familia pero también lo hace la sociedad. Ahora estamos preparando un trabajo para demostrar que la violencia no es genética. El hecho de que un hombre sea violento, o que una mujer sea sumisa, es resultado del aprendizaje y, por lo tanto, es perfectamente controlable. Es asombroso que el maltratador sea sumiso, obediente y, sobre todo, complaciente con sus jefes. Por eso es tan difícil detectarlo. Es gente que utiliza unas tácticas con quien puede hacerle daño y otra distinta con aquellas a las que él puede hacer daño.
¿Cómo rehabilitar a un hombre machista?
Ayuda mucho su predisposición a abandonar determinados roles sociales que parecen impuestos. El origen del problema está en la división social del comportamiento de un padre y de una madre. Es un error porque ambos representan lo mismo dentro de una especie racional como la humana. Por lo tanto, yo prefiero dividir entre aquellos padres que son padres y aquellos padres que simplemente son reproductores de la especie. Y esto es algo instintivo, genético, como cualquier otro animal. A esta categoría pertenecen los maltratadores.
Los estereotipos son otro caballo de Troya para la igualdad. En publicidad, por ejemplo, los hombres venden coches y las mujeres detergentes. ¿Influye tanto en la reproducción social?
Muchísimo. Estamos hablando de un sistema patriarcal que se construye con mitos, tópicos y arquetipos, las semillas que provocan que muchas mujeres crean lo que no deben creer y que muchos hombres actúen como no deben actuar. Es que nos marcan como estúpidas desde el paraíso, con la fábula de Adán y la maldita manzana de Eva. Repito que las feministas no luchamos únicamente por las mujeres sino por el cambio del sistema patriarcal. Y eso es fuerte para el hombre porque implica que debe compartir el poder. Aquellas que dicen que han alcanzado el éxito compitiendo intelectualmente con los hombres están faltando a la verdad. La directora de un banco no hace lo que le da la gana porque tiene por encima a un hombre salvo que lo haya heredado, como es el caso de Botín. ¿Acaso cree usted que María Dolores de Cospedal hace lo que quiere en el Ejército?
Probablemente no
Por supuesto que no. Vivimos en una sociedad basada en los privilegios. Lo mismo sucede hoy con la URJC. Estamos discutiendo si Cristina Cifuentes ha cursado un máster sin haber puesto un pie en las aulas y sin escribir una línea en el papel. Eso es privilegio. Y se puede jugar con todo menos con el saber y la honestidad.
¿Se imaginó alguna vez una movilización como la del 8 de marzo?
Lo que nunca imaginé fue que lucharía contra el mundo del cual procedo. Me eduqué en colegios muy buenos, naturalmente privados porque los públicos eran para la plebe. Y, ¿qué podíamos hacer las mujeres que tuvimos la suerte de recibir toda la cultura del mundo pero a las que nos impedían ir a la universidad? Ser autodidactas. Por eso estoy tan profundamente enfadada con lo que está ocurriendo hoy en la URJC.
Usted decidió separarse de su marido en tiempos de Franco, ¿cómo encajó su familia esta decisión?
Me dijeron que el tenedor nunca debe cogerse por las púas y que, por lo tanto, él hiciera su vida y yo la mía pero manteniendo las formas. Evidentemente, yo no estaba por la labor porque era seguir esclavizada. Necesitaba pedirle permiso para trabajar, para abrir una cuenta bancaria o para hacer un viaje. Éramos las tuteladas, primero por los padres y luego por los maridos. Administraban nuestros bienes, es decir, nos lo quitaban o se perdían. Es importante recordar todo esto por si se produce un nuevo retroceso. Porque las republicanas tuvieron mucha más libertad, por ejemplo una ley de divorcio en el año 32. Con esto quiero decir que lo que hemos conseguido no está garantizado.
¿Cómo explica a los jóvenes el significado real del feminismo?
Lo que suelo decirles es que se trata de la única ideología que realmente vela por todos, que es pacífica. Nosotras nunca enviaremos misiles ni declararemos guerras para quitar a los hombres del poder. Es una ideología para todos. Y luchar por ello es vivir intensamente. Yo he perdurado en mi lucha porque siempre fui consciente de que no lo hacía para mí sino para las generaciones venideras. Y ahora que ya he sacado mi billete para otro planeta puede decir a los jóvenes que la fuerza la tienen ellos. Depende de lo que hagan, habrá un mundo mejor o peor.
Fuente: Revista Contexto