Mentir en política
Errar es propio de humanos. Dicen que, como tales, sólo podemos aprender equivocándonos, y que así, de error en error llegamos al acierto de dominar la realidad. Ello implica que la mentira como tendencia esté excluida del comportamiento humano. Entendiendo, claro está, por «mentira», el propósito preconcebido de falsear la realidad. Esa es una práctica destructiva de la naturaleza humana, ya que el error que la misma entraña, aparta al sujeto actuante de la realidad. Tal es la gravedad del defecto de mentir, es decir de errar intencionadamente, que los países más evolucionados culturalmente descalifican irremisiblemente a los políticos que mienten en el ejercicio de su específica función, o simplemente que ocultan los datos de la realidad en sus manifestaciones.
Viene a cuento todo lo anterior, por el suceso bochornoso acaecido en estas fechas, en que una formación política con representación a nivel nacional, y que para colmo destaca entre sus pretensiones la de la regeneración de la vida pública, ha incurrido en el doble engaño de mentir intencionadamente además del grosero recurso de pretender justificarse presentándose como víctima propiciatoria de la lucha entre partidos.
He aquí el hecho: Rosa Díez parece no querer enterarse del contenido, ni de los propósitos que encierran las declaraciones de su compañero de filas en UPyD, Toni Cantó. Que va claro que se entera, es más, defiende y patrocina a quien ha hecho sin el menor reparo de la mentira su arma de acción política convirtiendo al apologista de la violencia de género en una pobre víctima a la que persiguen hasta el «aniquilamiento personal, otras formaciones políticas: el PSOE e IU»; todo ello en un intento rebuscado para convertir en un rifirrafe entre formaciones políticas algo que, con caracteres de fenómeno social, concierne a la barbarie de la violencia sexista contra las mujeres y la venganza sobre la vida de sus hijos e hijas.
El intento que busca desdibujar la atrocidad cometida convirtiendo la enmarañada madeja de burdas mentiras en un simple error reprobable del parlamentario, haciendo abstracción de que en pleno discurso de las alucinantes falsedades vertidas, volvió a mentir al afirmar que la procedencia de sus datos provenían del Instituto Nacional de Estadística, para acabar reconociendo, pocas horas después, sin el menor rubor que la información procedía de Feder Gener, organización con la que al parecer se reúne asiduamente.
Es cierto que horas después –no sé si por propia iniciativa pero en forma poco creíble– acabó pidiendo disculpas con toda desfachatez por lo que tanto él mismo como la portavoz de UPyD, Rosa Díez, calificaron de un simple error. ¡Que se lo cuenten a los hijos de las mujeres muertas, a las madres que perdieron a sus hijos, a las familias de todas las víctimas de esa violencia ignominiosa! Explíquenles las montañas de mentiras a los casi dos millones de mujeres que soportan junto a sus hijos la tortura atroz de la violencia de género mientras a través de sus discursos alimentan el odio de los agresores dejando en absoluta indefensión a las víctimas. A eso se llama apología del Terrorismo de Género, y desde luego es la manifestación más ostensible de la perversión política, salvo que se quiera renunciar definitivamente al sentido de la democracia.
Es urgentísimo regenerar la política, con decisiones tan necesariamente expeditivas como la petición que cincuenta Asociaciones de Mujeres han dirigido a UPyD desde el registro del congreso para reclamar la inmediata salida de la Comisión de Igualdad del diputado Cantó, con la renuncia de su acta en la mano… Y advierto que mientras redacto este escrito las cifras de Asociaciones procedentes de los cuatro puntos cardinales se suman incesantes a las ya registradas en el Parlamento, otro tanto ocurre con las firmas a título individual.
Hay que regenerar la política; porque mentir en política no puede considerarse nunca un «error» sino el fin del recorrido político del sujeto que mintió y el del Partido que se permite excusar la falta de credibilidad del mismo.
Hay que regenerar la política española; y son múltiples las reformas por realizar, algunas estructurales, otras relativas a medidas para acercar la política a la ciudadanía a la que esta llamado a representar, empecemos por atender el clamor del pueblo en la calle con el desgarrador “No nos representan”. Perder la credibilidad en política es perderlo todo. Upyd ha dejado de representar a las mujeres vilipendiadas con sus mentiras, y a los hombres que aborrecen la misoginia.