«Lo más duro de la violencia de género empieza cuando sobrevives a ella»
Marina Marroquí fue maltratada desde los 15 a los 19 años. Ahora, en sus talleres y a través de un libro, alecciona a las jóvenes.
Marina Marroquí tiene 29 años. Sufrió los arrebatos de unas manos machistas en una relación infernal que se prolongó de los 15 a los 19 años. Hoy es educadora social, imparte talleres sobre acoso escolar y violencia de género por los que han pasado ya más de 14.000 adolescentes. Muchos jóvenes rompen en llanto al escucharla. Su testimonio, como el libro que acaba de dar a luz –«Eso no es amor» (Editorial Destino)–, rezuma un inconmensurable sentido de la dignidad propia.
El libro, ¿está hecho para adolescente o para el padre de un adolescente?
Por y para adolescentes. Lo cierto es que hay muy poca información sobre los problemas que tienen los adolescentes, y nos encontramos que muchos padres y profesores usan este manual como guía para trabajar la igualdad.
¿Trabajar por la igualdad en las aulas es una tarea titánica o utópica?
En las aulas se hace un esfuerzo titánico, lo primero porque creo que les estamos poniendo una hiperresponsabilidad; trabajar en la igualdad no solo es un problema de los padres y de los docentes, es de toda la sociedad. De qué vale que un docente que no ha tenido especialización en violencia de género durante la carrera, coja el cargo de agente de igualdad en un instituto, de qué vale tanto esfuerzo por parte de centros y familias si luego la sociedad avala lo contrario. La música, la publicidad, las películas, la televisión… Nos rodea una cultura machista más agresiva que nunca, por eso estamos viendo una adolescencia tan machista cuando ya pensábamos que era minoritaria. Necesitamos una asignatura en los centros. Siempre me pregunto por qué hay una Educación Física, porque el deporte es necesario para nuestros hijos, pero no hay una educación social. La sociedad avanza más rápido que nuestros centros educativos, y hay que dar a los adolescentes las herramientas para encajar en ella.
¿Le preocupan los índices de maltrato entre los jóvenes?
La tasa es uno de cada cuatro adolescentes sufre violencia de género. Nuestros talleres tienen un sistema de detección in situ, y nunca me he ido de un aula sin que una o varias chicas me digan que están sufriendo violencia sexista. El peligro está generalizado, pero no lo ven como cercano, por eso el libro es gradual, haciéndote consciente de la realidad que te rodea y que te puede predisponer a la violencia de género. Es importante que trabajemos para que las nuevas generaciones no vivan los mismos infiernos que vivió la nuestra, pero también es crucial que a la nuestra le demos las mismas armas, ya que sigue ocurriendo. Al final, la adolescencia es el reflejo sin filtros de la sociedad en la que vivimos.
¿Qué le cuenta de su experiencia a los chavales para ayudarles?
Fui víctima de los 15 a los 19 años. La detección precoz es imprescindible. Solo se sabe de violencia de género cuando ha llegado a un punto crítico, pero es trascendental detectarlo en los primeros meses. Es un mensaje macabro manejar solo cifras de víctimas muertas, la gente cree que vivir la violencia de género es lo duro, y… ¡qué va! Lo más duro es sobrevivir. Te das cuenta de cómo te han quitado la personalidad; tener que reconstruirte de cero es más duro que vivirla y muchísimas mujeres nos resignamos a llevar ese peso y a que las cicatrices duren para siempre. El problema es que ahí la sociedad no da respuesta: tiene que haber profesionales cualificados que se ocupen de desintoxicar de ese maltratador, en esa «quimio» de maltrato como la llamo, para cerrar heridas y ser feliz. Porque es posible y nos han dicho que no. Hoy día sobrevives sola, la sociedad no tiene herramientas para ayudarte y tenemos que conseguirlas.
¿Cuál es una buena receta para recuperar la autoestima perdida?
Ni puede venir otra persona y decirte que no vales. Hay que construir bien la autoestima desde la infancia, nos preocupa que los niños aprendan a multiplicar, y no tanto que construyan su autoestima con valores. Nadie sabe lo que cuesta construir una dignidad si te la han quitado; es enfrentarte al demonio día a día. No sé por qué la gente da tanta importancia a la violencia física, sobre mí han ejercido mucha, pero lo que me ha perseguido durante años es la psicológica. Cada «tonta» resuena en tu cabeza mucho después, y la única manera de callar esas voces es enfrentarlas, no dejando que dominen lo que haces.
¿Cómo se dice a alguien que tiene una relación tóxica y que salga?
Parece que decir «soy una mujer maltratada» duele en el alma, y decir «he pasado por una relación tóxica» es cool y moderno. Un maltratador no es un violento. Lo defino en tres palabras: manipulador, chantajista y victimista. La única línea roja que ha puesto la sociedad es que si te pega, no te quiere. Y al maltratador eficaz nunca le hace falta levantarte la mano, lo de pegarte es un fallo para no perderte. Anularte y chantajearte para que nunca te rebeles es más efectivo que pegar.
Fuente: ABC