La mujer asesinada por su marido en Sant Vicenç lo había denunciado por violencia machista

FUENTE: EL PAÍS / JESÚS GARCÍA

Sin demasiado tacto, Anna exige a uno de los mossos que custodian la escena del crimen que haga el favor de apartar su Seat Ibiza de la entrada de Cal Ros. Es mediodía, acaba de volver a su casa —una masía del siglo XIX junto a los pilares que sostienen la autopista C-16— y quiere aparcar y pasar página de lo que ha vivido. “Mira que hay sitios aislados por aquí, y ha tenido que venir a mi terreno”, lamenta mientras señala un descampado yermo donde, poco después de las dos de la madrugada del viernes, irrumpió un vehículo a gran velocidad. El conductor empezó a derrapar, a acelerar y a dar vueltas sin sentido mientras encendía y apagaba las luces. El estruendo despertó a Anna y a su marido, que avisaron a la policía. No había aparecido ningún agente cuando, una hora después, desde las ventanas —no se atrevieron a salir por miedo— el matrimonio vio “una gran llamarada de fuego” en unos matorrales junto a la carretera, cuenta Anna. Era el incendio provocado por el hombre después de matar a su mujer para carbonizar el cadáver de la víctima. El mismo coche en el que él se quitó posteriormente la vida y en el que quedó la hija de ambos, de dos años, con quemaduras leves.

Anna fue testigo —sin saberlo, sin vislumbrar lo que realmente estaba ocurriendo, sin poder hacer nada para evitarlo— de un suicidio al que precedió un homicidio. Es la secuencia habitual en la lacra social de los asesinatos machistas; un orden que, de invertirse, ahorraría al menos una muerte. La víctima había presentado contra su verdugo una denuncia por violencia verbal que se tramitaba en un juzgado de violencia sobre la mujer de Terrassa y ambos estaban en proceso de divorcio.about:blankPUBLICIDAD

El feminicidio ocurrido en este enclave aislado de Sant Vicenç de Castellet, a 50 kilómetros de Barcelona, es especialmente hiriente por la saña del asesino y por la presencia, en el lugar de los hechos, de su hija, una niña de dos años que resultó herida leve por quemaduras. La menor ha perdido a sus padres y está provisionalmente bajo la tutela de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) de la Generalitat, que buscará a familiares que puedan hacerse cargo de ella.

A mediodía de este viernes, los agentes retiran el cordón policial de la zona de arbustos donde comenzó el fuego, que se extendió unos metros en paralelo a la carretera. “Sacamos las mangueras por si acaso. Suerte que no soplaba el viento; si no, estamos perdidos”, explica Anna. La llamarada que cita la mujer puede explicase por el uso de algún líquido para acelerar la combustión. Cuando los bomberos sofocaron las llamas, encontraron el cadáver de una mujer. El cuerpo estaba “totalmente carbonizado”, lo que hasta ayer no había permitido su identificación completa. Los Mossos sospechan que se trata de Antonella A., de 30 años, la mujer del hombre que conducía el coche, que la mató y que posteriormente la condujo a esa zona de matorrales y prendió fuego al cadáver: Adrián Emilio Z. Ambos son de nacionalidad argentina y vivían en Terrassa. Estaban en proceso de separación, explican fuentes de la investigación, que dirige el juzgado de instrucción número 2 de Manresa y está bajo secreto. La División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos se ha hecho cargo del caso.

A escasos 100 metros de los arbustos, la policía científica examina una maleta rosa de grandes dimensiones en un coche gris, aparcado junto a un restaurante que lleva seis años cerrado. En el coche se encontró, pasadas las tres de la mañana, el cuerpo sin vida de Adrián Emilio Z. La principal hipótesis de la policía es que, tras matar e incinerar a su pareja, el hombre se suicidó asfixiándose con el cinturón de seguridad del asiento delantero. El hombre presentaba quemaduras. En el coche se encontraba también la hija de ambos, también con heridas por quemaduras en el brazo derecho cuya causa se investiga. La menor fue trasladada al hospital.

El Ayuntamiento de Terrassa, donde vivía la familia, decretó ayer tres días de luto por el presunto feminicidio. La ciudad tiene un protocolo para los asesinatos por violencia machista: se ilumina de lila el Monumento a la Mujer y se hace ondear la bandera municipal a media asta. También se sumó al minuto de silencio Sant Vicenç de Castellet, cuya vinculación con el asesino por ahora se desconoce. Una de las hipótesis es que el hombre matase previamente a la mujer y la condujese a esa zona —aislada, pero bien comunicada por carretera— para deshacerse del cadáver. Anna explica que, aunque no llegó a ver ninguna figura humana, sí escuchó en una sola ocasión “el llanto de una niña pequeña” mientras el coche daba vueltas por el terreno.

De confirmarse la naturaleza machista del crimen, esta mujer sería la 29ª mujer asesinada por su pareja o expareja en España y la séptima en Cataluña en lo que llevamos de año. Desde que empezaron a registrarse estas estadísticas a nivel nacional, en 2003, se han contabilizado 1.106 asesinatos machistas.