La forense corrobora el brutal ataque que sufrió la mujer asesinada en Los Pajaritos
FUENTE: ABC / Foto: Raúl Doblado
Fátima murió como consecuencia de dos puñaladas en el pecho que fueron realizadas con «un cuchillo grande de cocina» por una persona que debió de «embestir con mucho empuje».
Fátima, la mujer asesinada en el rellano del bloque de viviendas donde vivía de la calle Carena, en Los Pajaritos, el 23 de octubre de 2018, a manos presuntamente de Enrique R.B., su expareja, murió como consecuencia de dos puñaladas en el pecho que fueron realizadas con «un cuchillo grande de cocina» por una persona que debió de «embestir con mucho empuje».
Así lo ha declarado este miércoles, durante la tercera sesión del juicio con jurado popular que se está celebrando en la Audiencia Provincial de Sevilla, la forense que realizó la autopsia, quien ha corrobarado el brutal ataque del que fue víctima Fátima y que acabó con su vida.
La forense ha recalcado que una de las cuchilladas fue «mortal de necesidad en el acto» porque «seccionó el corazón, la raíz de la aorta y parte del pulmón izquierdo» de la víctima.
Tras concluir la práctica de la prueba, las partes han elevado a definitivas sus conclusiones provisionales. La Fiscalía, por tanto, mantiene su petición de 25 años de cárcel para el acusado por asesinato con las agravantes de género y parentesco. Además, pide que indemnice con 180.900 euros a los dos hijos de la mujer, ambos menores, bajo tutela de la Junta de Andalucía; mientras que la defensa ha vuelto a pedir la absolución. Este jueves, en la última sesión, las partes expondrán sus informes finales.
El procesado señaló el lunes que la muerte fue «accidental» fruto del ataque que él recibió de parte de Fátima. «La culpa fue de ella», dijo. El no quería retomar la relación y le atacó. Al dirigirse en su dirección después de que el cuchillo le fuese arrebatado, «se lo clavó» en el pecho, intentó explicar el acusado.
La intentó degollar
La forense, en cambio, ha explicado que la muerte se debió a la puñalada en el corazón y otra en el pecho izquierdo que «atravesó el pulmón» y estuvo a punto de salir por la espalda.
Por lo que a juicio de esta profesional de la medicina, el agresor tuvo que aplicar «una fuerza muy importante» porque para alcanzar tanta profundidad «hay que embestir con mucho empuje», ha afirmado la perito.
A esas puñaladas, ambas con una serie de «puntadas» alrededor que indican intentos previos de clavar el arma en esas zonas, la forense ha añadido un «corte grande» en el cuello que ha asociado a un intento de «degüello», si bien ha aclarado que «no era grave» y que no afectó a las arterias o las venas.
También ha comparecido otra forense que ha asegurado que las facultades del acusado no estaban alteradas en el momento de los hechos.
«Siempre justifica todo y proyecta la culpa en los demás: su primera y su segunda mujer, sus hijos, su vecina… Echa la culpa de la muerte a su expareja. No admite que las cosas no se hagan como él quiere y su forma de reaccionar es violenta, pero no existe una patología que lo justifique», ha comentado la especialista.
Además, ha añadido, Enrique .R.B., que contaba con denuncias previas por violencia de género hacia otras mujeres, «para nada» mostró sentimiento de culpa ni responsabilidad.
La vecina a la que el procesado llamó desde el hospital, donde fue tratado de un corte en la mano, ha declarado que Enrique le dijo que «había tenido un accidente».
El hijo pequeño vio al acusado salir
El policía con quien habló el acusado en ese instante, por su parte, ha señalado que éste estaba «muy alterado» y que «no quería saber nada de lo que había pasado, sólo reforzar su coartada», que era que ese día tenía que ir a Córdoba a un juicio de su hijo.
También ha reflejado que, cuando estaba en la cárcel por otros hechos, fue Fátima quien «dejó de acceder a las peticiones de vis a vis» de Enrique, al contrario de la versión del encausado, que afirmó que él dejó a la mujer.
El mismo agente, uno de los primeros en llegar al lugar del crimen, ha explicado que se entrevistó con el hijo pequeño de Fátima, al que ésta debía recoger sobre las ocho tras soltar a la hija mayor en colegio para llevarlo a la escuela. Él estaba en casa con la compañera de piso de su madre.
Le dijo a los agentes que sobre las ocho de la mañana había escuchado gritos fuertes de una mujer y salió a la ventana, viendo en ese momento abandonar el bloque a «Kiki», como conocía al acusado, quien había sido pareja de su madre .