Un difícil remplazo

  • La calidad humana de Soledad Cazorla le ayudó a comprender hasta sus últimos recovecos la dramática situación de todas las mujeres que soportan la Violencia de Género

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Fuente: El Plural

Cuando conocí a Soledad Cazorla con motivo de su nombramiento como Fiscal de Sala de Violencia sobre la Mujer, un año después de entrar en vigor la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, tenía por aquel entonces mis reservas no exentas de temor en cuanto al acierto que pudiera representar la elección de la fiscal Cazorla en el desempeño de un cargo contemplado por una Ley que nacía sentenciada a desaparecer en un santiamén, a pesar de haberse aprobado unánimemente por las Cortes Generales. Y es que, incluso antes de entrar en vigor la normativa, se había desatado un ataque sin miramientos contra la Ley que al menos pretendía erradicar en España la violencia sexista contra la mujer a lo largo de toda su vida.

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Sin embargo, la ofensiva llegó hasta el extremo de interponerse y admitirse a trámite por el Tribunal Constitucional 127 recursos de inconstitucionalidad, con el único fin de obstaculizar la tutela efectiva que la ley propiciaba a las víctimas.

Sabíamos que la declaración de la constitucionalidad, como en efecto sucedió, no iba a frenar los ataques contra una ley transformadora que acababa en todas sus modalidades con la violencia, la marginación y la discriminación histórica de las mujeres.

Nuestra incertidumbre, una vez en funcionamiento la ley, dependía esencialmente de la interpretación judicial y del pilar fundamental que significaba la fiscal de Sala delegada de Violencia sobre la Mujer. Se necesitaba una jurista de primera y la fiscal Soledad Cazorla diluyó nuestros temores porque superó hasta el último día de su vida todas nuestras expectativas respecto a la responsabilidad de una Fiscalía tan complicada y arriesgada.

Soledad Cazorla reunía la condición de trabajadora infatigable con la brillantez de su talento jurídico, a la que sumaba su defensa a ultranza de la igualdad, poseía un valor personal poco frecuente y una claridad contundente en la exposición de sus ideas. Su calidad humana le ayudó a comprender hasta sus últimos recovecos la dramática situación de todas las mujeres que soportan la Violencia de Género.

Entendió a la perfección las graves secuelas que la violencia sexista en sus múltiples modalidades produce en las víctimas y puso todos los medios a su alcance para intentar acelerar el fin de una violencia imposible de compaginar con la condición humana, con un sistema democrático o con la institución de la Justicia.

Se ha ido una fiscal de muy difícil remplazo, porque durante su existencia dignificó la Justicia y eso es algo tan necesario como escaso.

Gracias, Soledad.