La gran recesión

_MG_3095

(Artículo de Ana María Pérez del Campo. Febrero 2015)

Nuestra vida nos pertenece, mientras dure, nos compete optar por someternos al dictado del poder dominante de quienes nos gobiernan o luchar por todo aquello que consideramos, trascendente, importante e inexcusable, en una sociedad cuyo régimen político pretende asentarse en una Democracia.

El conformismo, tiene visos de complicidad. Ante una circunstancia tan dramática como la que nos ha conducido a la Gran Recesión, más conocida como Crisis Económica, que al menos desde el año 2008 afecta con carácter mundial a los denominados países desarrollados. La ética más elemental no nos permite guarecernos en el silencio sin siquiera preguntarnos ¿a quién representan, quienes nos representan?

Los orígenes de la omnipresente hecatombe económica de consecuencias tan graves como impredecibles para el devenir de los pueblos que la soportan, con esencial incidencia en la ciudadanía más vulnerable que los constituyen.

El pésimo ejercicio empleado bajo la responsabilidad politica del gobierno en nuestro  país para resolver la crisis económica ha consistido en descomunales recortes económicos hasta convertirse en un auténtico Austericidio en medio de un mar proceloso de corrupciones políticas de orden económico, con aprovechamiento individual, hacen imposible guardar silencio sin quebrantar la ética más elemental.

No obstante, no es objeto de este estudio entrar en la critica minuciosa de una catástrofe de tales dimensiones que coloca en riesgo al propio sistema democrático.  Pero, en cambio si nos corresponde alzar la voz para insistir en que guardar silencio ante semejante situación, se convierte sin titubeos en complicidad.

Cuando el trazado para la corrección de la crisis, hasta lograr salir de ella, se enroca en una especie de obediente circulo vicioso centrado en acometer inagotables recortes económicos sobre los pilares del Estado de Bienestar Social cuya finalidad en un Sistema Democrático reside en equilibrar la igualdad de derechos fundamentales de la ciudadanía en general y de las/os afectadas/os más vulnerables en particular.

El Estado de Bienestar en su función equilibradora de los derechos de la ciudadanía arrumbando privilegios elitistas, se convierte de súbito en una especie de ficción democrática, en la que proliferan los desposeídos apartados al otro lado del muro protector de las garantías democráticas, sin más solución que la Revolución.

Porque:

  • Una catástrofe económica no se resuelve a costa de la población más necesitada.
  • La solución tampoco se alcanza exterminando a la clase media, ni facilitando a costa de ello, el enriquecimiento de quienes ya poseen fortuna y poder, mientras al mismo tiempo se coloca al borde del suicidio a las personas a las que se ha conducido al límite de la extrema indigencia.
  • La salida de la encrucijada de la Gran Recesión, no consiste tampoco en aplicar recortes atroces a la Sanidad Pública, contribuyendo en el mejor de los casos a un empeoramiento de la salud de quienes carecen de otros recursos. Ni puede admitirse como remedio las inasequibles tasas universitarias que cierran la puerta al saber y por consiguiente a un empleo acorde con la adquisición del conocimiento para quienes carecen de medios económicos, convirtiendo las Universidades Públicas en templos a disposición de las elites privilegiadas.
  • Negar, de hecho la medicación al enfermo que la precisa para sanar, es la despiadada comision de un delito.
  • Desposeer de la vivienda a quien no puede pagar la hipoteca, a consecuencia de abusos defraudatorios de la banca y al asalto de una crisis económica que le subsume en la indigencia, mientras al mismo tiempo enriquece cada vez más a quienes nadan en la abundancia, solo conduce a la constatación de la deshumanización y con ella al final de la vigencia de los derechos humanos.
  • Imponer tasas judiciales a quienes más lo necesitan, impide el acceso libre a la justicia, como el último recurso en el que defender su derecho a la igualdad sin tener que someterse a las prácticas discriminatorias de todo orden que se ven obligados/as a soportar la ciudadanía más vulnerable, solo delata el principio del fin de un Sistema Democrático.

En medio de sociedades cada vez mas deshumanizadas, plagadas de injusticias, desposeídas de la efectividad del principio de igualdad, nos devuelven a tiempos del vasallaje ante el poder absoluto de un gobierno, razón que nos lleva, a adherimos al discurso de Flores D´arcais, en la convicción  que expresa al afirmar que “un enérgico sistema de bienestar social debe ser parte integral y constitucionalmente tutelada  de todo proyecto democrático” – porque prosigue— “sin derechos políticos, la gente no puede estar segura de sus derechos personales; pero sin derechos sociales, los derechos políticos seguirán siendo un sueño inalcanzable, una ficción inútil o una broma cruel para aquello muchos a quienes la ley, formalmente, les garantiza tales derechos.”

Para terminar el discurso sobre la tortuosa crisis económica que asola un mundo globalizado de una forma u otra, vengo a resaltar haciendo mía la aseveración del pensamiento intelectual que Zygmunt Bauman explaya en su libro “Tiempos Líquidos”. Vivir en una época de incertidumbre (Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010), cuando afirma que “es poco probable que la salvación provenga de un Estado Político que no sea también, al mismo tiempo un Estado Social o que rechace convertirse en él. Sin derechos sociales para todos, un gran número de personas – cada vez más, seguramente—encontrará que sus derechos políticos son inútiles y carentes de interés. Del mismo modo que los derechos políticos son necesarios para instaurar los derechos sociales, también los derechos sociales son indispensables para mantener operativos los derechos políticos. Ambos derechos se necesitan para sobrevivir, y esta supervivencia solo pueden lograrla conjuntamente. “