Texto de la intervención de Pilar Careaga del debate del 13 de febrero en el Senado

Quiero agradecer mi invitación para participar en esta mesa al Grupo parlamentario del PSOE y a la secretaria de Igualdad, Carmen Montón; una secretaría imprescindible en estos tiempos si queremos más democracia, puesto que es un referente sin paliativos de los cambios legislativos en materia de Igualdad desarrollados en este país en los últimos cuarenta años. Sin duda, si esta secretaría y esta línea de acción es vigorosa se debe al empuje y presencia en el partido de las muchas mujeres socialistas empoderadas que desde el principio estuvieron en la calle con las demás feministas y en sus agrupaciones con los compañeros, siempre luchando, pues como todas sabemos en materia de Igualdad no se regala nada. Hay que pelear hasta lo evidente. En este sentido, aprovecho la ocasión: la Igualdad, la Equidad, la Paridad deben ser conceptos prioritarios en las próximas campañas y acciones pues mientras esto no sea una realidad, la democracia no será completa. Y naturalmente, quiero agradecerles a todas y todos ustedes su presencia; para mí supone el reconocimiento que esta institución, el Senado, nos da a las organizaciones de mujeres –en este caso–, al considerarnos interlocutoras válidas insertas en la ciudadanía, pues formamos parte de la sociedad civil articulada, no somos simplemente gente.

Quisiera que reflexionáramos sobre los estragos que causan en nuestras vidas mitos y creencias tan metido en nuestro imaginario que nos atenazan y no nos permiten ni ver ni distinguir crímenes y horrores que suceden todos los días a nuestro lado. Suena dramático, ¿verdad?, pues lo es.

Pertenezco a la FAMSD y todos los días nos encontramos directamente con la violencia que sufren las mujeres ya sea en un divorcio contencioso o de mutuo acuerdo chantajeado, con maltratos rotundos y últimamente nos está llegando un largo collar de perlas negras resultado de custodias repartidas, como dice mi presidenta, mal ejecutadas, es decir, con mujeres mal tratadas que no han encontrado protección en el sistema judicial y policial. Porque tengo que decir que en los últimos años ha empeorado la situación para las mujeres en divorcios y separaciones.

La guarda y custodia compartida ha traído como consecuencia el chantaje en las separaciones: “O renuncias a alimentos o pido la custodia compartida”, prácticas que los jueces saben que se están dando, pero que ignoran; de la pensión compensatoria para la esposa en peor situación económica, nos hemos olvidado: ¿no hay igualdad, pues que trabaje? y si no al paro, como todo el mundo; las hijas y los hijos menores están siendo usados como moneda de chantaje constantemente en custodia compartida o no. La administración de justicia, insisto, lo sabe, hay denuncias no solo en el CGPJ, sino que Naciones Unidas ha amonestado a este Gobierno por malas prácticas.

Bien, pues se quiere dar una vuelta más a la tuerca con el anteproyecto de la Ley de Corresponsabilidad. No tienen suficiente con la reducción de presupuestos y desmantelamiento de los programas de violencia y de Igualdad en general. Porque este gobierno cuando se ve agobiado busca votos entre sus fieles más contumaces –antiabortistas, conferencia episcopal, sus púlpitos y sus obras, así como los foros de la familia (se apropian del término como si sólo hubiese un único modelo de convivencia familiar)—y les ofrece siempre nuevas leyes contra la Igualdad. Las mujeres le hemos parado la reforma de la ley del aborto y estamos dispuestas a seguir.

No nos engañan, no todo es atribuible a la supuesta crisis económica. Es un ataque ideológico reaccionario y misógino: se ataca el divorcio porque las estadísticas dicen que son más  las mujeres que inician la separación. El Gobierno lo sabe. Como lo sabemos nosotras. Los hechos son que se está forzando a las mujeres a que aguanten a maridos indeseable s y/o maltratadores, pero que sigan en casa con la pata quebrada, pero en casa. Están aterradas.

Hay demasiada violencia oculta y tolerada, claramente identificable, y es necesario acabar con ella, si queremos más democracia para las mujeres y para toda la sociedad.

La violencia no es sólo el ojo morado también es el abuso verbal, violencia más oculta y más dañina, porque un moratón se ve, y hasta puede generar culpabilidad en el verdugo e incluso éste, a veces, pide perdón. Pero el insulto no deja marca, y hasta el agresor lo ignora, lo cambia, lo oculta, lo manipula: no me has entendido, era una broma, yo no quise decir eso. La realidad es que el abuso verbal desestabiliza y merma más la autoestima de la víctima que el golpe físico, por tanto cuesta más superarlo. Este maltrato psicológico lo están sufriendo las mujeres, haciéndolo suyo, incorporándolo como marca identitaria, y aguantan, aguantan, porque no se atreven a separarse.

Y hay más violencias ocultas con las que acabar que toleramos todos los días: Cuando se duda de las capacidades de las mujeres, se ejerce violencia, cuando se piensa que las mujeres son prescindibles, se ejerce violencia, cuando se sigue admitiendo que las mujeres mienten sistemáticamente, se ejerce violencia. Seguro que la mayoría de ustedes conocen o han oído hablar de una mujer que ha arruinado a su marido, y saben de una custodia compartida que va de cine. Pero también conocerán el caso de alguien que conducía a 220 tuvo un accidente y no le paso nada, más no por eso pedimos que se eliminen los límites de velocidad. Sin embargo, la custodia compartida se ve como algo magnífico a pesar de la inestabilidad que genera en la MAYORíA de los menores. Cuando alimentamos estos mitos y prejuicios, ejercemos violencia y nos alejamos de la democracia.

Al hablar de mito me refiero a una creencia colectiva basada en un relato, ya parta de un hecho o personaje real o de una fantasía que se presenta como verdadero y explica hechos, comportamientos o teorías fantásticas en aras de mantener un orden social. Para que el mito funcione debe ser incuestionable y seguido por el grupo al que pretende cohesionar.

Lo que no entendemos, lo que choca a nuestro sentido común, lo filtramos por nuestro imaginario y nos vuelve en forma de mito, o lo estudiamos a fondo y a veces contra corriente. Sin embargo, así como desmontar un mito es muy costoso pues se exige a quien tal hace que desarrolle y demuestre sus singulares teorías con pruebas científicas y riguroso pensamiento científico y crítico, la simpleza lapidaria del mito perverso se extiende como gota de aceite y sin argumentos. Las mujeres mienten, cada vez hay más denuncias falsas. Este mito, esta falacia hizo que el CGPJ revisará todas las sentencia del 2008 sobre violencia de genero. El resultado fue que no había ninguna falsa y que una estaba en estudio. Esto supuso tiempo y coste económico. Pero se hizo. Pues bien, ahora surge de nuevo la cantinela: entonces fue así, pero ahora, con la crisis (¿?) sí que se está denunciando en falso. Y vuelta a empezar. ¡Ya vale!

Vamos a ver cómo funciona esto. ¿Por qué NO hay una ley específica contra los butrones en las joyerías? Elemental. Porque la sociedad entera reconoce estos actos como delitos y los condena, y quienes los cometen saben que están delinquiendo. Con el Código Penal es suficiente. Mientras que la violencia sexista TODAVÍA no es un referente unívoco social de delito, sino que depende de la ideología de las personas. Ciertamente los delincuentes son conscientes de sus actos, pero encuentran apoyos sociales y justificaciones a los mismos. Por eso debemos hacer pedagogía constantemente. (Si se oye en la casa de al lado una voz gruesa que grita insultos: te vas a enterar, te voy a matar, y otra voz asustada que dice ay, ay, ya, ya, noooo!!, hay quien comenta: ya están los vecinos discutiendo. Esto no es discutir: ambos no están en el mismo plano, uno abusa del otro. ¿Por qué a este abuso lo llamaran discusión? Vamos a verlo.

¿Cómo funciona nuestra mente para llegar a estas creencias? Permitan que me cuelgue al supuesto enunciado por George Lakoff el cual afirma que hay en nuestras mentes un sistema conceptual que incide definitivamente en nuestro pensamiento y nuestros actos, y constituye la base que da coherencia estructural al lenguaje y a nuestras vidas. Añade que lo lingüístico, propiamente dicho, en un discurso no ocuparía más de un 10% pues lo dominante sería el estado emocional, los marcos referenciales y las creencias sustentadas o no por los mitos.

En los juegos infantiles, la casa es el espacio en el que estás salva, no te pueden pillar. En los cuentos y relatos vemos a una víctima correr perseguida hasta que llega a casa y cierra la puerta, ¡qué alivio! El término casa como espacio de seguridad es un referente, un mito donde no puede ocurrir nada malo. De ahí que toda la violencia que se da en este espacio sea cuestionada antes que condenada porque ataca a nuestras creencias, a nuestras seguridades y si nos rompen un mito nos quedamos al pairo. Por muy tozuda que sea la realidad, mucho más lo son las creencias. Así se explica lo inexplicable y vemos como las injusticias se convierten en normas naturales.

Pero, ojo, aunque los marcos referenciales conformen nuestro discurso y nuestro modo de estar y percibir el mundo no son inmutables, y se modifican por el propio discurso. Puede que la primera vez que una idea nueva llegue a nuestras cabezas la rechacemos, o puede que genere dudas, que se haga un hueco o incluso que produzca un cambio.

Tendremos más democracia cuanto más seamos capaces de desmontar con valentía los discursos misóginos violentos que los maltratadores y sus secuaces, apoyados en referentes y mitos, esgrimen contra la Igualdad.

Entonces, ¿cuántos menores tienen que morir ahogados, quemados, golpeados por su padre o sufrir toda clase de torturas y abusos para que reconozcamos que un padre no tiene porqué ser siempre un cariñoso educador y protector? ¿Hasta cuándo vamos a consentir que menores crezcan con un padre violento condenado y que se eduquen yendo a visitar a su padre, asesino de su madre, a la cárcel? ¿Cómo podemos consentir que se condene a madres por no ser proactivas a la hora de llevar a su hijo, abusado por el padre, a que lo visite en un Punto de Encuentro? ¿Cuántas custodias compartidas vamos a tener que seguir soportando con maltratador de la madre y los menores? Aunque estas preguntas sean retóricas, hablan de mujeres reales –algunas ya están muertas– de sus hijas e hijos –algunxs ya están muertxs– que están sufriendo en estos momentos una aplicación perversa de las leyes, y este Gobierno lo sabe, y en vez de pararlo, va a AMPLIARLO con la llamada ley de la Corresponsabilidad. Estas barbaridades se amparan y esconden en el mito de la sagrada familia, modelo Ribera, un papá sustentador y protector, una mamá cuidadora y amorosa y un niño regordete que pasa de los brazos de uno a otra. Aunque en los que casos de los que hablo el padre es un golfo, y los menores están muertos o rotos.

Para la FAMSD nuestra prioridad en estos momentos, además de seguir con el día a día, es luchar para que NO se ponga en marcha la llamada Ley de Corresposabilidad parental –tiene gracia el nombrecito, otro mito escondido—que da por ley la guarda a los maltratadores. Vamos a estar ahí: hemos ido al Congreso y llamado mentiroso al ministro de Sanidad cuando dijo que ningún condenado IBA a tener la custodia del menor, cuando ya está pasando, tenemos datos. Nosotras no mentimos. Hemos ido a explicarle la cosa al ministro de Justicia, aunque no nos ha hecho caso. Si hay que salir a la calle, lo haremos. Pero no nos vamos a quedar calladas. Porque no podemos ser cómplices de tanto dolor.

Una propuesta reflexiva para acabar: las organizaciones de mujeres, el feminismo, llevaba años diciendo que no eran crímenes pasionales que se trataba de violencia sexista. Nuestros argumentos, compartidos por muchas compañeras socialistas, fueron calando en la sociedad y la secretaría de Igualdad de este partido, –un abrazo para Micaela Navarro–, lo hizo suyo de tal manera que como saben aquellas reivindicaciones concluyeron con la llamada Ley de Violencia de Género. Estamos en otra batalla de las mismas dimensiones. Estoy convencida de que vamos a tener la misma respuesta o más de esta secretaría, pues ahora las víctimas son todavía más vulnerables: se trata de los menores. No se puede consentir que avance este proyecto de Ley que concede a un padre asesino de la madre, la tutela y visitas de los menores. Y hay que entrar a fondo a revisar lo que está pasando en los juzgados.

Por favor, no se confundan. Que no les juegue malas pasadas la mitología del padre protector innato.

Pilar Careaga Castrillo