Mujeres Juristas Themis: Año nuevo, mentiras viejas

9 enero, 2019

Los fuegos artificiales con los que se acompañan nuestras celebraciones colectivas han levantado en el año nuevo una cortina de humo con el rancio olor de los viejos bulos machistas, aderezado con algún desagradable petardo en forma de insulto e injuria.

No deja de sorprender a estas alturas, cuando ya parecíamos vislumbrar el último tramo del largo y duro camino, con obtención de logros ojalá irreversibles en reconocimiento efectivo de derechos humanos – a la vida, a la dignidad, a la igualdad de trato, a la integridad física y moral-, no sin previo activismo del movimiento feminista que ha denunciado su vulneración recurrente y característica cuando sus titulares son mujeres  y niñas, y señalando la desigualdad en su protección institucional, luchando contra la naturalización de esta violencia caracterizada por el género de sus víctimas y el de sus agresores, según señalan datos oficiales de forma recurrente como deliberadamente obviados por estos bulos. El género, esto es, los patrones de conducta elaborados durante siglos por en los que se ha socializado de forma diferenciada a niños y a niñas. El género, que explica que los hombres no sean víctimas de agresiones contra su integridad física y moral análogas a la mutilación genital femenina, o que no haya prácticamente agresoras sexuales.

Y los datos recurrentes que ofrecen el diagnóstico preciso del componente esencial de género de la violencia que padecen las mujeres por parte de sus parejas masculinas, cuando no se cuidaba de recabarlos en la estadística policial y judicial, en 1.997, un grupo de unas 30 juristas de Themis empleamos meses en obtener de procedentes de 3.000 expedientes judiciales por denuncias en el ámbito familiar en la Comunidad de Madrid, en muchas jornadas de trabajo voluntario. Porque esa es la constante en las organizaciones feministas: conocimiento, debate, concienciación, sororidad, mucha voluntad y poco o ningún dinero.

Como activistas a favor de los derechos humanos, las feministas no hablamos por boca de todas y cada una de las mujeres. Es más, nos hemos enfrentado a mujeres machistas, como las que durante cuarenta años coartaron la libertad y derechos básicos de todas a través de constructos como la Sección Femenina. Pero sí defendemos el derecho a la igualdad de trato y de oportunidades de todas las mujeres, se declaren o no feministas, más convencidas y militantes o menos: el mismo derecho a decidir sobre su maternidad, a no ser discriminadas en el empleo o en la remuneración, o sufrir precariedad por la asunción de cuidados de forma no retribuida. Clara Campoamor defendió el derecho al voto de todas las mujeres, incluso frente a las voces disidentes de otras mujeres parlamentarias.

 

Otra falsedad ha sido afirmar que los hombres que sufren violencia no están amparados por la ley o no tienen derecho a ayudas cuando son objeto de agresiones, cuando las indemnizaciones por delitos violentos previstas en la Ley 30/95 son iguales para hombres y mujeres, y éstas sólo tienen derecho a una pírrica prestación cuando son víctimas en el ámbito de la pareja o ex pareja y no tienen derecho a otras prestación que compense su dependencia económica por su largo apartamiento del mundo laboral.

Lo peor ha sido que tras el humo y el pim pam pum ha aparecido en la escenificación de las negociaciones de formación de gobierno tras las elecciones Andaluces, la entrega por parte de la actual dirección del Partido Popular del triunfo de su renuncia al compromiso expresado en la ratificación de acuerdos internacionales, el último e ignorado por estos bulos el Convenio de Estambul, y en su voto favorable al Pacto Estatal alcanzado bajo su último gobierno, que si bien no responden a todas las propuestas realizadas desde las organizaciones de mujeres, tiene la virtud de ser de mínimos entre todas las fuerzas parlamentarias.

No hace tanto tiempo, en la última o la penúltima de las campañas de generales, en  el más importante debate televisado sorprendió favorablemente la allí representante del partido popular expresando su convencimiento sobre el diagnóstico de la violencia de control que sufren las mujeres más jóvenes de sus parejas varones a través de las nuevas tecnologías. ¿Podremos confiar en el futuro en el compromiso contra la violencia machista de los representantes del Partido Popular? ¿Soportarían que se pusiera en plano de igualdad la violencia terrorista de ETA contra militantes del Partido Popular en el País Vasco con la ejercida por éstos en sentido contrario?